Puedes ayudar a millones de personas, pero hay que asegurar que este apoyo económico va a llegar a su destino
Uno de los más de treinta conflictos armados que sufre en la actualidad el mundo es la guerra civil siria. Los enfrentamientos continuos entre el bando gubernamental y la oposición armada, además de provocar la destrucción del país, han provocado más de 500.000 muertes y más de dos millones de heridos. A esta catástrofe y matanza de seres indefensos se han unido la proliferación de enfermedades infecciosas, el deterioro casi en su totalidad de las mínimas condiciones de vida y un conflicto de intereses internacionales entre varios países.
Tal como el conflicto se iba extendiendo por todas las provincias del país, afloraron los delitos que iban descomponiendo, poco a poco, a la población civil. La policía dejó de actuar y proteger, se intensificaron los robos, saqueos y la delincuencia de todo tipo. A todo ello se añadió un incremento caótico de violaciones y abusos sexuales a mujeres y niñas.
Es posible que Siria, con el paso del tiempo, pueda reconstruirse. La devastación sufrida costará miles de millones de dólares. Donaciones internacionales pueden resultar vitales para que este desolado país pueda volver a ser lo que era.
Desde hace 8 años, un aluvión humano ha abandonado Siria buscando refugio al comprobar que no había esperanza de cambio ante las interminables situaciones de violencia e inestabilidad. Millones de personas están subsistiendo hoy, desesperadas, en situaciones de extrema pobreza acogidos por países vecinos que prestan su ayuda humanitaria a todos estos seres humanos que partieron solo con lo que llevaban puesto.
No obstante, también se puede ayudar a estas más de 13 millones de personas con la donación de dinero. Sin embargo, hay que ser cautelosos a la hora de aportar parte de nuestros ahorros, hay que asegurar que este apoyo económico que sale del esfuerzo personal va a llegar a su destino, y que va a cubrir la emergencia de recomponer, de nuevo, la existencia de estos refugiados sirios.
La mayor parte de migrantes sirios que llegan a países colindantes y a Europa son legales, cumplen con todas las normativas vigentes y permisos necesarios. No es justo, pues, ni humano, que desde la comodidad de un nivel de vida adecuado se pongan trabas en algunas fronteras infringiendo, de esta manera, derechos humanos.
No se pierde la esperanza en las iniciativas internacionales que buscan la paz y el fin de la guerra civil en Siria, a pesar de que, en muchas ocasiones, el gobierno sirio no ha estado por la labor. Mientras, el asilo de millones de almas sumidas en la desesperación se encuentra en los campos de refugiados, lugares que sirven de ‘sala de espera’ ante la ilusionante vuelta a casa, a una casa libre de armas químicas, bombas de racimo, misiles antitanques y balísticos...
Un campo de refugiados para los sirios es un oasis, un albergue en el que sentirse al resguardo de la tragedia. Las condiciones de vida no son las más adecuadas, pero en estos lugares encuentran algo que desean: seguridad, además de una ayuda humanitaria mundial que les proporciona apoyo, educación, esperanza, unos servicios básicos, alimento y agua. Cuando se ha perdido todo, esto es lo que algunos denominan riqueza.
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