La mocadorà tiene sus orígenes en el siglo XVIII y se regala entre los enamorados valencianos, además coincide con la festividad del 9 de octubre
Varias son las versiones sobre la celebración de la tradicional “Mocadorà” en Valencia, ciudad origen de la fiesta. Hay una creencia popular que dice que cuando se conquistó Valencia el 9 de octubre de 1238, las mujeres regalaron a Jaime I y a sus soldados frutas frescas envueltas en pañuelos. Este hecho se transformó en tradición, la fiesta se mantuvo y fue aumentando cada vez más. En el siglo XV, además de regalar frutas, se lanzaban desde las ventanas petardos, triquitraques, piuletes y tronadors.
Por otra parte, otra creencia popular afirma que después de la Guerra de Sucesión en el siglo XVIII, Felipe V abolió los Fueros de Valencia y prohibió la fiesta. Como respuesta a la prohibición borbónica, los panaderos empezaron a elaborar unos dulces de mazapán que representaban los cohetes que ya no podían hacer sonar; así siguieron celebrando en secreto el día que se conquistó Valencia y Jaime I nos otorgó los Fueros.
A partir del siglo XIX, los dulces eran envueltos en un pañuelo. Con el tiempo, formó parte imprescindible del regalo y dio nombre a la festividad. Por esta tradición, muchos valencianos consideran que Sant Donís es nuestro día de los enamorados. La “Mocadorà” la regala el hombre a su enamorada y es tradición que las mujeres conserven los pañuelos desde que empezaron su noviazgo.
La “Mocadorà” es una celebración típica de la ciudad de Valencia, aunque en los últimos años ha ido aumentando en Alzira gracias al impulso del gremio local de panaderos. El último en incorporarse ha sido Delicatessen, la tienda de Salvador Llopis ubicada en la conjunción de la Plaza Mayor y la calle Benito Pérez Galdós. Salva, el joven y experto pastelero, ha elaborado con mimo y con materias primas de primera calidad una gran variedad de frutas y verduras que van desde la sandía a las coles, pasando por dulces tomates, limones, naranjas, peras, fresas, manzanas y plátanos, sin olvidarnos de los piulets y tronaors.
Miguel Á. Martínez
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