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EL SEIS DOBLE
lunes, 21 de noviembre de 2011
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Fachada de la primera sede de la Auto-Escuela Alzira. Se aprecia la referencia a los coches de alquiler y a la actividad de seguros
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 La Auto-Escuela Alzira cumple 50 años

Historia de una ilusión


 

 

Si el negocio que el papá acaba de montar va bien, dentro de cinco años seremos ricos”. Recuerdo las palabras de mi madre mientras me peinaba en el cuarto de baño de nuestra casa en Algemesí. Yo tenía ocho años. Probablemente vestía la ropa remendada que a mi hermano mayor, Mario, le había quedado pequeña. Nada fuera de lo normal en aquellos tiempos de penurias y escasez. Tal vez por eso, aquel anuncio sonó en los oídos del niño que yo era como la buena nueva. Como una promesa de que las cosas iban a cambiar. Mi madre había querido simplificar a un niño, que no tenía capacidad para más, una idea y, finalmente, a juzgar por la impresión que aquello me causó, había logrado su objetivo. Yo ni siquiera sabía qué era una “Escuela de Conductores o de Choferes”, que así se llamaba entonces a las Auto-Escuelas, pero había entendido el mensaje. Las cosas podían cambiar. Para mejorar.

Mi padre, Fausto Clari, con dos amigos, Francisco Ríos y Germán Palop había iniciado en 1961 una aventura empresarial que años después continuó solo, pues sus socios tenían sus propios negocios que atender y la Escuela de Conductores Alcira no parecía en sus primeros años dispuesta a cumplir la promesa que mi madre me había hecho.

 

“Tener carnet de conducir y un Seat 600

se convirtió en la máxima aspiración

de los ciudadanos del país”
 

Desgraciadamente nunca fuimos ricos, pero seriamos miserables si no reconociésemos que lo que tenemos se lo debemos a aquella aventura que mi padre inició después de haber fracasado en otras muchas. La escuela de conductores no parecía rendir como se esperaba de ella en sus inicios y mi padre estuvo a punto de cerrarla. Sin embargo, su inquietud empresarial le hizo montar paralelamente a ella una agencia de seguros y una gestoría que contribuían modestamente a su sostenibilidad. Poco después vinieron los coches de alquiler sin conductor, que fue el negocio que le permitió salir adelante hasta que, finalmente, a caballo del progreso que se vivió en la década de los sesenta, el tener carnet de conducir y un Seat 600 se convirtió en la máxima aspiración de los ciudadanos del país. La gente acudió masivamente a las escuelas de conductores sin distinción de edad, sexo o condición. Por esa razón, el negocio de los coches de alquiler pronto dejó de serlo. El aula de teórica se llenaba todos los días y allí, en las incomodas sillas plegables que ocupaban en lugar en el que de noche guardábamos los coches, un grupo de personas de todos los niveles atendían las clases que mi padre les daba.

 

“Recuerdo los primeros coches que mi padre compró.

Eran dos coches negros que ya entonces

estaban para jubilar”
 

Teníamos la Auto-Escuela en la calle de Santa Teresa, número 12. Era el bajo de una casa enorme cuya parte trasera daba al río Júcar antes de convertirse en la Avenida de los Santos Patronos. Su propietario, el dentista don Carlos Perrón, tenía su clínica en el primer piso. Cobraba mil pesetas mensuales de alquiler. Una barbaridad según le repetían escandalizados a mi padre sus amigos. Años después, mi padre compró un local en la calle de Bernardo Montalvá, donde estamos actualmente, muy cerca de donde teníamos la Auto-Escuela, y lo acondicionó para sus necesidades. En la parte baja, tras unas puertas de cristal, guardábamos los vehículos y, a la izquierda, en un pequeño espacio, las oficinas. Arriba, en el altillo, sin puertas que la aislasen de la parte baja, el aula y el material didáctico que el reglamento de tráfico nos obligaba a tener: un viejo motor seccionado con su cambio de marchas, un diferencial, etc.

 

 En las paredes, colgadas de un clavo, todas y cada una de las señales de tráfico que entonces estaban vigentes. Muchos padres que se habían sacado el carnet con nosotros, y que venían a traernos a sus hijos para que hiciesen lo propio miraban hacia arriba con nostalgia. Podían ver desde abajo algunas de las señales que colgaban en las paredes del aula y siempre decían más o menos lo mismo: “Esa señal no existía cuando yo me saque el carnet”. Casi siempre era incorrecto, pues lo que en realidad ocurría era que la habían olvidado. 

Recuerdo los primeros coches que mi padre compró para legalizar la Auto-Escuela. Eran dos coches negros que ya entonces estaban para jubilar. Dice mi hermano que eran por lo menos de 1936. Eran un Ford de 8 CV y un Citröen B14. Yo jugaba dentro de ellos toqueteándolo todo. Me maravilla no haberlos puesto en marcha en mi ignorancia. Luego vinieron los Seat 600. El primero lo compró mi padre en Madrid. Su matrícula no se me ha olvidado: M-227.687. Era, lógicamente, de segunda mano. Luego vinieron más. Esta vez nuevos y con ellos aprendieron a conducir muchos alzireños y alzireñas que tal vez los recuerden con nostalgia. Años más tarde tuvimos al sucesor del 600: el Seat 133 y luego cambiamos a Renault. Primero fueron R-5 amarillos, luego vino el R-11. A continuación, varios R-19, luego el Megane y finalmente cambiamos a los Peugeot 207 que tenemos en la actualidad.

No puedo olvidar a las personas que trabajaron en la Auto-Escuela desde el principio.

 

“Si hay algo de lo que hoy, mi hermano y yo, nos sentimos especialmente satisfechos

es de poder decir que somos una Auto-Escuela de tercera generación”

  

El primer profesor fue el señor Francisco Piera. Luego vino el señor Jesús Guerrero. Los dos estuvieron muy poco tiempo. Al señor Jesús le sustituyó Bernardo Vidal, el “señor Bernardo”, hombre extraordinariamente dotado para la enseñanza de la conducción por su paciencia y bonhomía y sin el cual, probablemente, la Auto-Escuela Alzira nunca habría llegado a ser lo que es. Centenares de alzireños podrían dar fe de lo que digo, y todo ello sin desmerecer a los demás profesores de práctica que han trabajado o colaborado con nosotros. Rafael Melero, Eduardo Gresa, Luís García y José Miguel Esteve. A todos ellos debemos nuestro reconocimiento y gratitud.

También quiero recordar a los empleados que se ocupaban de labores administrativas como a Adela Pellicer y a Vicente Esteve, que no sólo fue un empleado ejemplar sino también un magnifico profesor de teórica. A José Luis Furió, a Gabriel Barragán, a Verónica Parejo y a Patricia Francés que contribuyeron con su trabajo a hacer que la Auto-Escuela y sus actividades adjuntas o complementarias hayan durado cincuenta años en una sociedad donde todo parece cambiar vertiginosamente, donde actividades que un día son negocio, son algo totalmente obsoleto pocos años después. 

A todos ellos, a los que se han ido para siempre y especialmente a los que todavía colaboran con nosotros después de casi cuarenta años: MUCHAS GRACIAS.

Pero si hay algo de lo que hoy, mi hermano y yo, nos sentimos especialmente satisfechos es de poder decir que somos una Auto-Escuela de “tercera generación”. Nada hay que nos agrade más que ver matricularse en nuestro centro a los nietos de nuestros primeros alumnos. Sabemos que para ellos somos algo así como la “Auto-Escuela de casa”, como me decía hace poco un padre cuando matriculaba a sus dos hijos gemelos.

También nos satisface ver que tenemos una parte de nuestra clientela de seguros, gestoría o asesoría fiscal que lo son prácticamente desde nuestros orígenes o que lo son porque han relevado a sus padres jubilados. Pensamos que este es el mejor reconocimiento que nos puede dar la ciudad en la que hemos trabajado durante tanto tiempo.

Con ellos hemos conocido y compartido épocas de incertidumbre y de éxito. Hemos pasado experiencias terribles como la famosa “Pantaná” del 82 que arrasó todos los negocios de la ciudad y también la riada del 87. Con ellos hemos luchado pasa seguir adelante y con ellos estamos enfrentándonos a esta terrible crisis económica que sabemos que también vamos a superar.

Aunque, probablemente, nunca lleguemos a ser ricos, muchas gracias a todos.

Juan Pablo Giner Reig
Auto-Escuela Alzira
 


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El Seis Doble no corrige los escritos que recibe. La reproducción de este texto es literal; fiel a las palabras, redacción, ortografía y sentido del autor/es.

Comentarios de nuestros usuarios a esta noticia

Camilo - 21/11/2011
Gracies Juan Pablo per este magnific article, i felicitar-vos per eixos cinquanta anys de auto-escola, soc un dels que vaig passar per la vostra casa per a traurem el permis de conduir, un dels alumnes del Sr. Bernardo, que sempre mos dia "recordeu que el cementeri esta ple de gent que dia tuve preferencia pero no tuve prudencia". Hui els meus fills han anat a la vostra auto-escola un d'ells ja te el carnet els atres dos son mes problematics i es costara mes. A mes desitjaria que si algun dia tinc nets s'ensenyaren en eixa nostra casa ja ha conduir. Gracies per tot un abraç

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