"A la sombra del algarrobo" - Artículo de opinión de Ramón Alfil
“El mar… esa grandeza azul que tanto quieres y que allá en tierras de Castilla tan solo ves en tu salvapantallas o en una webcam”
A la sombra del algarrobo
Ramón Alfil
Lo tenía todo preparado: un surtido de quesos selectos, patatas fritas, frutos secos, tomatito partido con sal, cerveza fría, un montón de cariño y un espectacular paisaje mediterráneo. Ayer almorcé con Eduardo Doménech, aprovechando su corta estancia por aquí; lo acordamos el pasado mes de julio, después de la entrevista que tuve el placer de compartir con este alzireño que dirige una de las industrias de García Baquero.
Como hombre de empresa que es, había que rentabilizar el tiempo; nos contamos nuestras vidas con cierta celeridad, pues tan solo nos conocíamos superficialmente, hablamos de todo lo que suelen hablar dos personas que se aprecian.
Me quedo, y permíteme la licencia de contar un despiste tuyo, con la anécdota de aquel día que leyendo El Seis Doble te olvidaste de que tenías que ir al teatro y se te quedaron las entradas en el bolsillo. El suceso, en apariencia irrelevante, es para nosotros un choque emocional de gran magnitud que nos paga en sobras el esfuerzo y el sentimiento que le ponemos a esto.
María Teresa, tu mujer, iba y venía… y estoy seguro que se preguntaba por qué son las mujeres las que tienen la fama de cotorras, si allí, dos hombres, sin pato, “hacían mercado”.
Desde la terraza del apartamento se podía contemplar como abajo, en la playa, una marabunta de veraneantes se asaban al sol en la parrilla de la arena: unos, vuelta y vuelta, otros al punto, otros muy hechos. A pocos metros del tumulto humano de carnes a la brasa, el mar… esa grandeza azul que tanto quieres y que allá en tierras de Castilla tan solo ves en tu salvapantallas o en una webcam.
Cuando leas esta entrada ya estarás otra vez en la distancia y en el mundo de los vivos con una agenda atiborrada de citas. Es lo que hay, es lo que has elegido y lo que te gusta.
Acá, en la distancia, tu Alzira, tus seres queridos, tus amigos, tus recuerdos… a cinco horas de coche y las ganas de volverte a ver para compartir una charla y otra tabla de buenos quesos y, quien sabe si un día, paseando un perrito de carne y hueso por la Plaza del Reyno. Tú ya me entiendes.
Ramón Alfil
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