Sujétame el cubata
Los acólitos de Sánchez y Feijoó perdieron la identidad, no tuvieron sentido del ridículo
En lo mejor de lo peor...
La reciente jornada electoral concluyó, como viene siendo habitual, con la aparición de los líderes políticos ante sus hinchadas. Los dos grandes salieron al balcón de sus sedes como lo hace el Papa cada domingo asomándose al balcón de la Plaza de San Pedro. Desde sus púlpitos exteriorizaron con euforia los discursos y se dieron un baño de protagonismo ante los forofos que se agolpaban a sus pies.
Pedro Sánchez compareció desde Ferraz en un entarimado metálico más adecuado para una verbena de pueblo que para un escenario presidencial. Feijoó tuvo a su disposición un montaje más propio de la industria cinematográfica de Hollywood.
En ambas intervenciones aparecieron junto a sus acólitos, que daban palmadas, saltos, gritos... Braceaban repetidamente y asentían con la cabeza cada palabra del paladín a la vez que alentaban a las masas. Esta comitiva constituyó una escena grotesca y de mal gusto, muy lejos del saber estar que requiere el cargo de servidor público. Perdieron la identidad, no tuvieron sentido del ridículo; cada vez parece más normal este comportamiento cómico. Cualquier día soltarán eso de “sujétame el cubata” y, encima, les reirán la gracia.
A mí no me representan.
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