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EL SEIS DOBLE
miércoles, 6 de julio de 2011
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 Plantas de nuestras montañas (I)
Artículo de opinión de Salvador Iñigo

“Disfrutemos de nuestro entorno con conocimiento y respeto, pensemos que si destruimos la naturaleza, algo en nosotros se muere, ya que vivimos en un mundo interdependiente, todo depende de todo”


 


https://www.elseisdoble.com/uploads/image/FOTOS%20FIJAS%20EN%20SECCIONES/Salvador%20I%C3%B1igo%20%28pino%20ermita%29.jpgNuestra naturaleza más cercana

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Salvador Iñigo
 

El aprovechamiento de las propiedades curativas de las plantas es una práctica milenaria que nunca ha dejado de existir. Cuando surgió el hombre en este planeta no tenía ningún medio de aliviar sus dolencias, por lo que tenía que explorar con lo más cercano, la naturaleza, para intentar remediar sus males. Estos conocimientos pasaron de generación en generación, primero en forma oral y luego escrita, asimilando lentamente los progresos de la ciencia y permitiendo llegar a la Fitoterapia científica actual.

Ustedes se preguntaran como podían saber nuestros antepasados cuáles eran las propiedades de cada una de las plantas que florecen en nuestros campos y montañas. ¿De dónde sacaban los conocimientos que aplicaban y que sanaban a las gentes de la época?

En la civilización actual, por lo menos en este primer mundo, vivimos de espaldas a la naturaleza, no somos conscientes de que nosotros también formamos parte de esta. Pero en la antigüedad las cosas no eran así, formaban parte de ella, convivían, hacían uso, eran una con ella. Observaban lo que ocurría a su alrededor, cuando florecían, donde nacían, como crecían, sus formas, sus olores; en definitiva, conocían el ecosistema en el que se desarrollaban.

Esta observación les hizo percatarse de que la morfología de una planta podía dar indicios de cuáles podían ser sus virtudes medicinales, así pues, a la echium le llamaron viborera porque sus semillas, con un poco de imaginación, parecen reproducir la cabeza de una víbora, por lo que se le atribuyeron la virtud de curar las mordeduras de la víbora. O las ramas del rosal silvestre, que con sus aguijones recuerdan los colmillos de la quijada de un perro, bien, pues se utilizaban las raíces hervidas con agua para preservar contra mordeduras del perro rabioso. O, por ejemplo, una hoja en forma de corazón, unas manchas que recuerdan los bronquios del pulmón enfermo, unas semillas en forma de riñón, etc.

Evidentemente, esto podía traer a engaño y así lo hace saber Pió Font Quer (1888-1964) cuando dijo: Aunque el supuesto mensaje que con sus signaturas nos mandaban las plantas para que pudiésemos descubrir sus secretos, carece de toda efectividad, no dejó de tener eficacia como hipótesis de trabajo con el cual favorecer las pruebas e incitar a los hombres a investigar la verdad. Ignoramos cuales fueron los primeros ensayos, cuales los éxitos y cuales las decepciones. Pero en tiempos de Dioscorides (siglo I) las gentes del Mundo Antiguo estaban en posesión de numerosos conocimientos, unos afortunados, que todavía en la actualidad podemos dar por buenos o excelentes; otros, mil veces desmentidos, y sin mas importancia que la puramente histórica.

Las propiedades y usos que se describen son la recopilación del conocimiento actual y de nuestros antepasados y que, aun hoy, algunos se utilizan. Este libro no pretende que empleen sus remedios para uso popular, más bien pretendo que estos conocimientos no caigan en el olvido.

El conocimiento engendra respeto, si vamos a la montaña, pisoteamos, ensuciamos, rompemos y en definitiva con nuestra presencia, y sin darnos cuenta, influimos en los ecosistemas del lugar. Podemos pasar por allí y dejarlo todo como estaba o podemos destruir o modificar el entorno. Si sabemos lo que puede pasar con nuestra intrusión en el ecosistema, seguro que intentaremos perjudicar lo menos posible, convivir y disfrutar de manera serena y con sentido común de la naturaleza. Este es mi principal mensaje, disfrutemos de nuestro entorno con conocimiento y respeto, pensemos que si destruimos la naturaleza, algo en nosotros se muere, ya que vivimos en un mundo interdependiente, todo depende de todo. Y no duden que en función de nuestro hacer, las generaciones venideras podrán o no disfrutar de los mismos lugares que nosotros disfrutamos ahora.

 

Con este escrito doy comienzo a una serie de artículos que periódicamente publicare en este diario digital y que espero sean de interés para todos ustedes.


 

 

                          
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El Seis Doble no corrige los escritos que recibe. La reproducción de este texto es literal; fiel a las palabras, redacción, ortografía y sentido del autor/es.

Comentarios de nuestros usuarios a esta noticia

Pere Peres - 06/07/2011
Interesant article Salvador. Compartisc amb tu això que dius dels nostres avantpassats: "Observaban lo que ocurría a su alrededor, cuando florecían, donde nacían, como crecían, sus formas, sus olores" En aquest aspecte en foren afortunants. Llàstimà que huí el nostre Ajuntament treballe de valent per privar-nos als alzirencs de la vegetació urbana. Ens canvien de lloc les oliveres, olea europaea saetiva, de la Plaça de La Generalitat com qui canvia de lloc els mobles de casa, practiquen podes severes i humiliants als plàtans falaguers, platanus x hispanica, de la Plaça del Mercat per encabir-hi una falla, ens tallen de soca arrel els saus,salix, de l'Avinguda dels Sants Patrons perque llevaven la vista als veïns. Tot açò ens treu als urbanites de copsar día a día el pas de les estacions, de gaudir de la seua ombra, dels seus aromes i colors...
Les fotos entranyables.
Rafa - 06/07/2011
La naturaleza no es de nadie. Nosotros somos de la naturaleza. La acción antrópica ha propiciado la existencia de unas plantas y la extinción de otras. El conocimiento y la relación con la naturaleza son los factores que nos pueden hacer comprender el bien o el mal que ejercemos sobre el entorno.
Lamentablemente, es un error alejar el hombre de ,su creador, la naturaleza aunque sea para protegerla. Es como separar al hijo de su madre y pretender que se respeten. Cuando mayor cuidado ha habido sobre el medio fue en el pasado, cuando la calefacción, el transporte , la medicina y la alimentación dependían del entorno natural.
Hay que enseñar a conservar el entorno, no cerrarlo a la gente. Nuestras montañas nos necesitan hoy mas que nunca, hay que recorrerlas repoblarlas con conocimiento y conocer su historia.
En caso contrario la destruiremos y seremos destruidos con ella.

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